El 19 de enero Estados Unidos alcanzó su límite legal de deuda de 31.4 billones de dólares y, desde entonces, el Tesoro ha tomado “medidas extraordinarias” que le permiten seguir haciendo frente a sus obligaciones. Ese recurso está por llegar a su fin.

La jornada de reportes trimestrales ha llegado y la banca ha mostrado inesperada fortaleza, superando las expectativas de los analistas.

Las presiones inflacionarias hacia el mediano plazo siguen, y a esto se ha sumado la OPEP. La FED se encuentra en una encrucijada, ya que, de seguir subiendo las tasas, el sistema bancario seguirá bajo asedio.

Esta medida de protección de la OPEP no hace más que reflejar signos de debilidad en la economía mundial que ni la reapertura china ha logrado compensar.

La FDIC estima que el costo de la quiebra de SVB será de 20 mil millones de dólares, pero que la compra ayudará a que este monto no se extienda en el fondo que usan para financiar rescates bancarios.

De asegurar todo el sistema, implícitamente significa más impresión de dinero, parte de lo que nos trajo hasta aquí.

El error de muchos analistas económicos y financieros es seguir comparando estos eventos con la crisis de 2008. Los errores ahora están a la vista de todo y los reguladores tienen capacidad de respuesta más rápida.

Mayores capitales podrían entrar del extranjero en búsqueda de deuda pública, catapultados por la expectativa del beneficio del nearshoring.

Un escenario donde las sanciones comerciales aumenten en la escala global podría opacar el trabajo de los bancos centrales contra la inflación.

Todo el peso de la política monetaria de los bancos centrales recae en el precio de las divisas contra sus pares. Es más atractivo especular en divisas emergentes cuando el ritmo de alza de tasas es mayor en estos países, que en el de las economías desarrolladas.